En la Ciudad de México, la Fiscalía ha decidido imputar a varios jóvenes detenidos durante la marcha de la Generación Z por el delito de tentativa de homicidio. Una acusación desproporcionada que revela la estrategia oficial: convertir la protesta en crimen, y a los manifestantes en enemigos del Estado.
No es casualidad. El gobierno que hoy reprime es el mismo que ayer se legitimaba en las calles, con paros, marchas y movilizaciones. Claudia Sheinbaum y su círculo político construyeron su narrativa desde la protesta, pero ahora, desde el poder, la sofocan con operativos, detenciones masivas y discursos que estigmatizan a la juventud.
La contradicción
– Antes: La protesta era bandera de transformación.
– Hoy: La protesta es tratada como delito grave.
– Antes: Se hablaba de democracia participativa.
– Hoy: Se despliegan cuerpos policiacos y se fabrican carpetas de investigación.
El papel de la sociedad
La diferencia la marca la ciudadanía, en la CDMX y en otros estados, ha sido la sociedad organizada la que ha logrado echar abajo detenciones arbitrarias y exhibir la falta de sustento legal en las acusaciones.
El fondo del asunto
La acusación de tentativa de homicidio contra jóvenes manifestantes es un síntoma de un modelo que teme a la voz ciudadana. El doble discurso es evidente: quienes ayer marchaban, hoy reprimen. Y en esa contradicción se revela la fragilidad de un proyecto que se dice democrático, pero que se sostiene en la criminalización de la protesta.
Cierre editorial
La sociedad ya entendió que protestar no es delito. Los jóvenes de la Generación Z lo encarnan en las calles, y la ciudadanía lo respalda. El silencio de los diputados y de los organismos de derechos humanos solo confirma su complicidad. La verdadera defensa de la democracia está en la gente, no en las instituciones que han decidido callar.
