Por Redacción
La ciudad de Gaza enfrenta uno de los episodios más intensos de violencia desde el inicio del conflicto, tras una jornada de bombardeos masivos por parte del ejército israelí. La ofensiva, que incluye drones, helicópteros y unidades terrestres, coincide con una creciente presión internacional y una fractura interna en el gabinete de seguridad de Israel.
Según fuentes oficiales, las tropas israelíes avanzan desde el noroeste en lo que analistas describen como una “invasión gradual”, mientras que el Ministerio de Defensa confirmó la destrucción total de la Torre Ghafri, el edificio más alto de Gaza, al que calificó como “infraestructura terrorista”.
La ONU denunció el ataque a diez de sus instalaciones, incluidos refugios y clínicas, y alertó sobre una “crisis humanitaria sin precedentes”. El número de muertos por inanición supera los 425, entre ellos más de 120 menores, en medio del bloqueo total de suministros.
En Jerusalén, el secretario de Estado de EE.UU., Marco Rubio, reafirmó el “apoyo inquebrantable” de Washington a Israel, mientras que en Doha se desarrolla una cumbre árabe-islámica que busca frenar la ofensiva y abrir canales diplomáticos. La tensión entre ambos bloques podría redefinir alianzas regionales en los próximos días.
En paralelo, familias de rehenes israelíes retenidos en Gaza protestan frente a la residencia de Netanyahu, exigiendo un alto al fuego inmediato. “Cada bomba puede ser la última noche de nuestros hijos”, declaró una madre ante medios locales.
La comunidad internacional observa con preocupación el deterioro de la situación, mientras se multiplican los llamados a una intervención humanitaria urgente. La ofensiva israelí, lejos de cesar, parece entrar en una nueva fase de confrontación directa.